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miércoles, julio 18, 2012

The Execution of Lady Jane Grey


Anglomania estaba de moda, en Francia en 1820 y 1830. El interés en la historia británica, impulsado por las novelas de Sir Walter Scott, se ha visto estimulado por el paralelismo señalado entre los recientes acontecimientos en Francia y las cuentas turbulentos de Tudor, Estuardo y la Guerra Civil. La representación pictórica de la historia británica podría haber sido la primera en Gran Bretaña, pero fue el francés Paul Delaroche, que ganó una reputación europea con las grandes escenas extraídas de la misma que expuso en el Salón de París anual entre 1825 y 1835. Popularizado a través de la producción masiva de estos grabados, piezas fijas, combinando las antigüedades ostentosa con la pseudo-realismo del melodrama burgués, a su vez influyeron en los pintores de la historia nacional a mediados de la Inglaterra victoriana.
La pintura representa los últimos momentos del 12 de febrero 1554 en la vida de los diecisiete años de edad gris Jane, una bisnieta de Enrique VII, que fue proclamada reina de Inglaterra tras la muerte del joven rey  Eduardo  VI, un protestante como ella. Ella reinó durante nueve días en el año 1553, pero, a través de las maquinaciones de los partidarios de Enrique V III 's hija Católica, María Tudor, fue condenado por alta traición y condenado a muerte en la Torre de Londres.
Delaroche, que basó la pintura en un martirologio protestante del siglo XVI, ha falseado el relato histórico de la mejor para atraer a sus contemporáneos. Lady Jane Grey, un humanista educado joven casada, de hecho fue ejecutado en el exterior. Con la asistencia de dos damas, probablemente no menos estoicas que ella, que decididamente hace su propio camino hacia el bloque. Ella no podría haber usado un vestido de satén blanco de corte del siglo XIX con un corsé, y su pelo se habría retraído, no corriendo por encima de los hombros. Mucho más aplicable a esta imagen en particular son las normas del melodrama popular y tableau vivant.
Como en un escenario, la protagonista busca a tientas su camino hacia el público, guiado delicadamente por los ancianos de policía de la Torre, cuya masiva presencia oscura, hombre actúa como un papel de aluminio para su cuenta. Un centro de atención en su formación desde arriba complementa la tenue iluminación del escenario, lo que refleja de su vestido inmaculado y la gota que derrama en la primera fila de la platea. Las emociones de cada actor son cuidadosamente delineado y distinguido, y nos queda la menor duda en cuanto al carácter de cada uno, incluso de la mujer en el fondo, que da la espalda a la terrible visión.

Anglomania was in fashion in France in the 1820s and 1830s. Interest in British history, fuelled by the novels of Sir Walter Scott, was further stimulated by parallels drawn between recent events in France and the turbulent accounts of Tudors, Stuarts and the Civil War. The pictorial representation of British history may have been pioneered in Britain, but it was the Frenchman Paul Delaroche who gained a European reputation with the grand scenes drawn from it which he exhibited at the annual Paris Salon between 1825 and 1835. Popularised through mass-produced engravings, these set pieces, combining ostentatious antiquarianism with the pseudo-realism of bourgeois melodrama, in turn influenced the painters of national history in mid-Victorian Britain.
The painting depicts the last moments on 12 February 1554 in the life of the seventeen-year old Jane Grey, a great granddaughter of Henry VII who was proclaimed Queen of England upon the death of young King Edward VI, a Protestant like herself. She reigned for nine days in 1553, but, through the machinations of the partisans of Henry VIII's Catholic daughter, Mary Tudor, she was convicted of high treason and sentenced to death in the Tower of London.
Delaroche, who based the painting on a sixteenth-century Protestant martyrology, has falsified the historical account the better to appeal to his contemporaries. Lady Jane Grey, a humanist-educated young married woman, was in fact executed out of doors. Attended by two gentlewomen, probably no less stoical than she, she resolutely made her own way to the block. She could not have worn a white satin dress of nineteenth-century cut with a whalebone corset, and her hair would have been tucked up, not streaming down over her shoulders. But a painting cannot be judged by the criteria of historical accuracy. Much more applicable to this particular picture are the standards of popular melodrama and tableau vivant.
As on a stage, the heroine gropes her way towards the audience, gently guided by the elderly Constable of the Tower whose massive, dark, male presence acts as a foil to her own. A spotlight trained on her from above complements the dim stage lighting, reflecting from her immaculate dress and the straw which spills over into the front row of the stalls. The emotions of each actor are carefully delineated and distinguished, and we are left in no doubt as to the character of each even of the lady in the background who turns her back on the terrible sight.
1833
Oil on canvas, 246 x 297 cm
National Gallery, London

DELAROCHE, Paul
(b. 1797, Paris, d. 1859, Paris)